Daniel caminaba por plaza Italia de la mano de su madre, hoy martes el camina junto a otra fémina, ambos encapuchados y con un paso firme y dispuestos a derrotar a su gran enemigo "el capitalismo". Para Daniel el derrotar algo siempre fue objetivo desde pequeño, el enemigo fue su padre, su madre y las letargosas tardes junto a los abuelos y los modales en la mesa que al no cumplirse eran castigados con la hebilla de la correa de papá.
Los pasos acompañados de un jadeo mínimo y besos casuales entre Daniel y su novia, sus mentes se llenaban de recuerdos y cada vez eran más apresurados ante la represión notoria de los carros policiales y los corceles con soldados verdes. A veces recuerda también las conversaciones eternas sobre como cambiar el mundo con su mejor amigo, el como superar una sociedad centralizada, pero siempre terminaban hablando de amor y desventuras en sus vidas. Los ojos de Daniel en estas manifestaciones siempre se llenan de lagrimas, en realidad el no sabe si esto pasa por recordar tantas cosas o si es por que el gas lacrimógeno está en la atmósfera.
A Daniel le encanta correr, desde pequeño lo ha hecho como una forma de liberar tensiones, ahora corre por parque Bustamante, gritando al aire sobre lo que el encuentra injusto, con su mano húmeda por el contacto que ya parece ser infinito con la mano de su novia, y sus lagrimas que desaparecen con el pestañeo y vuelven a aparecer con cada grito orgulloso que nace de su garganta. Pero Daniel también se cansa, se cansa de correr y de nunca recibir premios o reconocimientos, de que en el país en el que vive no se preocupe de que el existe como alguien individual, de que la homogeneidad sea pan de cada día y de que sus tardes letargosas con los abuelos no tengan un que para contar.
Daniel al final del día está tras una reja junto a otros Danieles, junto a su novia que todavía sostiene su mano, mirando como los soldados de verde suponen que el es un criminal cuando verdaderamente el solo quiere ser escuchado y no visto como un cliente de lo que desea aprender, el no quiere escuchar nunca más el llanto de su madre impotente por las deudas, ni ver a su novia tras esa reja por el simple hecho de correr junto a el.